Mons. Ángel Caraballo celebra la Epifanía del Señor en la Parroquia Niño Jesús de San Timoteo

Con gran fervor y alegría, el pasado 06 de enero Monseñor Ángel Caraballo celebró la Solemnidad de la Epifanía del Señor, en la parroquia Niño Jesús de San Timoteo. Esta celebración en la que se conmemora la manifestación de Cristo a todas las naciones, especialmente a través de la venida de los reyes magos, es tradición en esta parroquia celebrar el encuentro de San Benito de Palermo y el Niño Jesús.

En horas de la mañana, los fieles se reunieron en el templo parroquial, para recibir a Mons. Ángel Caraballo, quien al entrar asperjó sobre los fieles reunidos agua bendita, posteriormente inició la eucaristía, presidida por el Obispo, y concelebrada por el Pbro. Horacio Martínez, párroco de esta comunidad.

En su homilía Monseñor expresaba “Nosotros no tenemos oro, ni incienso, ni mirra. ¿qué le podemos dar nosotros al Señor?, el oro puede ser que le amemos sobre todas las cosas y le ofrezcamos lo mejor que tenemos como tiempo, talentos y cualidades. El incienso, nuestra oración, buscar en este nuevo año momentos para conversar en intimidad con el Señor. Y también le ofrecemos mirra, es decir nuestros sacrificios y dolores, la lucha por alejarnos del pecado y acercarnos a Dios” puntualizó el Obispo.

También el Obispo habló sobre San Benito de Palermo, un gran ejemplo a seguir en el vivir Cristiano “San Benito de Palermo, todos conocemos su vida y para él lo más importante era Dios y por eso se consagró a su servicio, lo amó con un corazón indiviso. Para San Benito era importantísimo el amor al prójimo y en cada hermano el veía el rostro sufriente de Jesús y por eso apoyó de manera concreta a los más pobres, el cumplió lo que decimos comúnmente, Obras son amores y no buenas razones”.

Posteriormente, al finalizar la sagrada eucaristía y siguiendo con la tradición se sacaron en procesión las imágenes del Niño Jesús y San Benito de Palermo a lo largo del pueblo, encontrándose en distintos sectores de la comunidad mientras eran acompañados por los feligreses para volver al Templo Parroquial finalizando con la bendición y despedida de los fieles.

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