San Benito Palermo

En la época colonial, llegaron esclavos negros traídos de África para trabajar en las tierras de sus amos españoles en las costas del Lago de Maracaibo. Los misioneros de la Orden de San Francisco de Asís, se establecieron en estas zonas para enseñarles la fe católica a los esclavos que creían en deidades, entre ellas el dios pagano Ajé. Para estos esclavos, Ajé era “el dios de las aguas”, tan de raza negra como ellos, que lo invocaban mediante repiques de tambores y cantos en vocablos africanos que forman parte de la cultura que conocemos como “el chimbánguele”.

Los franciscanos se dieron la tarea de catequizarlos teniendo un modelo de santidad para ellos como podría serlo San Benito de Palermo, que en vida fue un religioso de esta misma orden. Como consecuencia de mostrarles la fe a través de la imagen de un santo negro, se produce este sincretismo religioso y cultural que caracteriza el culto a San Benito de Palermo.

A lo largo de los años, San Benito de Palermo fue adaptando una imagen aún más cristiana para la población afrodescendiente, por ello este santo ha estado tan profundamente relacionado con la historia de los pueblos de las costas de esta región, extendiéndose su culto desde el Sur del Lago de Maracaibo a todo el Estado Zulia, Mérida y Trujillo.

Se dice que los misioneros cuando fundaron el caserío La Misión de Cabimas, construyeron una ermita donde se veneraba por los humildes pobladores campesinos una pequeña de imagen de San Benito de Palermo, tal vez la más antigua que se conoce en todo el país, y que actualmente esta imagen se conserva en la Catedral de Cabimas. La imagen de este santo era de especial devoción en los pobladores de La Misión que acudían a venerarlo en momentos de tribulación. Sin embargo, por las guerras de independencia La Misión fue saqueada y destruida en el siglo XIX, lo que llevó a que esta imagen fuera resguardada en la iglesia principal del pueblo.

La devoción al “Santo Negro” tuvo mayor auge a partir de las explotaciones petroleras, cuando llegaron inmigrantes del Sur del Lago para trabajar en las mismas. La creencia popular y la tradición narran que en diciembre de 1922, cuando tuvo lugar el “reventón” del pozo Barroso II que estuvo emanando petróleo por nueve días, por intercesión de San Benito de Palermo pudo detenerse este chorro que afectaba a la población.

Se dice que el responsable de llevar a cabo esta rogativa fue el Sr. Arrieta, vasallo de San Benito y oriundo de Bobures, que solicitó el permiso del supervisor del pozo para llevar la imagen del santo hasta allí e implorar la misericordia de Dios con un grupo de chimbángueles. Inmediatamente después de este hecho, el pozo se tapó de forma natural y se le atribuyó a San Benito este “milagro”.

De forma conmemorativa, cada año se celebran las fiestas de San Benito el 27 de diciembre y el 6 de enero con dos procesiones multitudinarias, una para el Sector La Rosa Vieja (lado sur) y otra para el Sector Ambrosio (lado norte), alternándose entre sí cada vez para que la imagen recorra la mayor parte de las calles de la ciudad. Estas procesiones son las más multitudinarias luego de la procesión de la Divina Pastora en Barquisimeto.