El pasado lunes 13 de mayo en la Parroquia Nuestra Señora del Rosario de Fátima, El Mene, fue celebrada la solemnidad de esta advocación mariana, celebrando los 107 años de su primera aparición en el poblado de Cova de Iría en Portugal.
La Eucaristía fue presidida por Monseñor Ángel Francisco Caraballo Fermín, Obispo de la Diócesis de Cabimas, en compañía del Párroco de la comunidad, Pbro. Robert Nava; el Vicario Parroquial, Pbro. Humberto Salas; y el Pbro. Carlos Bracho, Administrador Parroquial de la vecina Parroquia Divina Misericordia.
Durante la Eucaristía Monseñor Ángel Francisco exhortó a la feligresía presente a meditar en las virtudes de la Virgen María como modelo de vida al servicio de Dios, en especial la virtud de la Fortaleza, la cual engloba aspectos como energía, valor y consistencia.
“María tiene más prerrogativas que cualquier otra criatura en nuestro mundo, ella fue la madre de Dios y la esposa del Espíritu Santo y es por excelencia nuestro gran modelo de virtudes a seguir para una verdadera vida Cristiana, destacando entre tantas la Fortaleza, la cual debemos ver como sinónimo de vigor, energía, fuerza, ánimo, potencia. Todo eso que necesitamos para salir adelante con los planes que Dios tiene para nosotros. Hemos nacido para hacer cosas grandes y María y su fortaleza son nuestros para lograrlo”, puntualizó Mons. Caraballo.
Al respecto, el Obispo de Cabimas, explicó durante su homilía que la Virgen María jamás se apartó de su hijo, siguiéndolo en el camino al calvario, sufriendo y padeciendo con Él a cada instante, pero sobre todo brindándole el consuelo de su compañía y su presencia.
“El amor de madre no tiene límites es infinito como el amor de Dios hacia nosotros. Todos estamos invitados a hacer del amor la fuerza que nos impulsa a actuar, para salir adelante con nuestros propósitos, así como también a enfrentar con paciencia las adversidades. El amor tiene dos caras, una activa que nos impulsa a salir adelante y enfrentar los retos y otra pasiva que nos invita a la reflexión, la aceptación y la paciencia; siendo para ambas fundamental contar con la fortaleza necesaria que nos mantenga firmes en la fe y en los propósitos para los que Dios nos ha llamado”, destacó Mons. Ángel.